Archivos de Etiqueta: literatura

07 Feb

El rescatador

— Pií… Pií… — sonaban monótonos y rutinarios los pitidos del aparato, en estricta consonancia con los quebrados verticales que, al unísono con aquéllos, se dibujaban sobre la línea continua horizontal del monitor.

Hombre pájaro

El aparato estaba conectado mediante electrodos a un anciano que yacía en una cama de hospital: un hombrecillo enjuto y desgarbado, al que por abreviar llamaremos Pi, en cuyas pupilas asomaba a ratos — pese a la enfermedad que lo consumía — un brillo pícaro, como de un niño que está cometiendo una travesura.

Junto a la cama, una anciana — a quien Pi llamaba, en este caso sin asomo de picardía ni desprecio, antes bien con orgullo y extremo cariño, “mi viejita ” — cubría con las suyas, y con cuidado para no despegar el electrodo, una de las manos de Pi.

Anciana sonriente

En aquellos instantes, su viejita peroraba sobre un tal Bernardo Parrales. Este Parrales era un afamado columnista de renombre nacional.

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08 May

Desconfianza

No me fío de la gente que dice de sí misma que son puros y limpios como el agua cristalina de un arroyo de la sierra, o como el mediodía radiante de un cielo sin nubes.

Me fío mucho más de los que reconocen que cometen errores y pecados —o como quieran llamarlos—, y que fallan más que una escopeta de feria… Éstos, entre otras cosas, ante una situación conflictiva hacen examen de conciencia y se cuestionan a sí mismos, admitiendo de antemano la posibilidad de haber incurrido en responsabilidad por sus acciones.

Yo sorprendido

22 Abr

La época del mundo de la imagen

Escrito hace unos 30 años

 

La época de la imagen del mundo: Análisis de esta época de la mano del ensayo de Heidegger. El mundo concebido como y constituido en ‘imagen’.

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La época del mundo de la imagen: La imagen concebida como y constituida en ‘mundo’. Con el hiperdesarrollo de los medios de comunicación audiovisual (muy especial y señaladamente, el nacimiento y desarrollo hipertrófico y ultraacelerado de la televisión) la época de la imagen del mundo deviene época del mundo de la imagen. No es ésta una época esencialmente distinta a la anterior, sino un nuevo estadio de la misma época, pues ambas responden a una dinámica de desarrollo promovida por idéntica esencia. No hay, pues, una transformación esencial en la transición de una época a otra, no hay cambio esencial de épocas, sino que la época del mundo de la imagen es consecuencia directa y natural de la dinámica interna de desarrollo de la esencia de la época de la imagen del mundo. Ahora bien: aunque no haya una transformación esencial, sí se produce una transformación substancial en el paso de una a otra época. La transición entre ellas no es un continuum, sino que acontece mediante la aparición de un claro punto de inflexión: la invención de la televisión, por obra de la cual comienza el proceso de substancialización material de la imagen. Así pues, si bien ambas épocas son esencialmente una sola en diferentes estadios, substancialmente resultan ser épocas distintas. Del mundo concebido desde la metafísica como imagen se avanza a la imagen constituida en mundo. En un primer estadio, el mundo es concebido como imagen por el hombre, que representa y elabora: formalización de la imagen del mundo; en un segundo estadio, el mundo es constituido como imagen y en imágenes por el hombre: materialización del mundo de la imagen. La tecnología, al servicio de la concepción metafísica del mundo como imagen, produce de una forma sistemática (sistematizada en progresión geométrica) imágenes materiales, solidificadas, que pasan a constituirse en la textura objetiva y objética del mundo: las imágenes sustituyen a los objetos, convirtiéndose ellas mismas en los objetos: la imagen pierde su referencia objética y se concibe y configura como lo substancial del representar elaborador. Por todas partes aparecen síntomas inequívocos de este proceso de substancialización de la imagen. Uno de los síntomas esenciales es el hecho de que, ante cualquier crisis de alguna entidad empresarial humana, la pauta de valoración de la gravedad de dicha crisis la marca ‘el deterioro de la imagen’ de la entidad en cuestión; es un lugar común, en efecto, el afirmar o admitir que «lo peor de todo», «lo irreparable», es «el deterioro de la imagen», lo que acarrea sin duda «la pérdida de la credibilidad». De este modo, la condición sine qua non del éxito de cualquier empresa humana, y su mayor garantía, consiste en el ofrecimiento de ‘una buena imagen’; un ente o una entidad humana puede actualmente funcionar y desenvolver con éxito su empresa sin el debido rigor, la suficiente profesionalidad, o el exigible conocimiento de su medio, pero nunca sin «una buena imagen». El índice de degradación de una sociedad, un grupo o medio social, lo constituye la correspondiente degradación en la calidad de su imagen; pero, en realidad, ésta ya no constituye sólamente su índice, sino que se ha constituido también, de una forma inconsciente, o ingenuamente consciente, en la degradación social misma. En la época de la imagen del mundo, el subiectum substituye a la substantia como fundamento de medida y valoración del mundo y su conocer, y fundamento del mundo mismo en tanto que configurado y constituido por su medida y valoración (por su representación); en la creciente radicalización de esta época, o época del mundo de la imagen, el subiectum mismo es substituido por su imagen como la actual substantia: la imagen del sujeto, y con ella la imagen del mundo, es ahora la substancia del mundo, su medida y su valoración. Desde esta época se avanza a un tercer estadio, de consecuencias aún imprevisibles: La época de la imagen de la imagen: concebida la imagen como substancia o ‘lo substancial’, cada imagen exige de suyo nueva imagen que, a su vez, la imagine: proceso ad infinitum de pérdida -extravío- de la substancialidad de lo real en la substancialidad esquiva, aparente y huidera de lo imaginario, objetizado en solidificaciones materiales que se reproducen indefinida e incesantemente, en función de la conjunción de la esencia de la imagen con su concepción como ‘lo substancial’ del mundo. Se impone, entonces, un Análisis de la situación actual y por venir del mundo y su concepción a partir del concepto heideggeriano del «gigantismo», explicado primero conceptualmente, luego especificado en sus direcciones conceptuales o manifestaciones posibles, analizado en sus manifestaciones efectivas, y finalmente concretado en una manifestación esencial: la infografía, simbiosis de la informática y los medios audiovosuales, entendida como síntesis de las tendencias esenciales de la post-modernidad, y, por tanto, potencia fundamental y directora de ellas, a la vez que fenómeno‑señal (señalado y señalizador) que debe constituirse en objeto de interrogación y campo privilegiado de la posibilidad de respuesta de la Pregunta Filosófica. Las ‘realidades virtuales’, y las ‘virtualidades reales’: la humanidad ha avanzado de ‘la época de la imagen del mundo’ a ‘la época del mundo de la imagen’, y de ésta camina inexorablemente a ‘la época de la imagen de la imagen‘.[1]

 

[1] ‘Caminar inexorable’ a la Época de la imagen de la imagen: pues se han roto los posibles mecanismos de autocontrol reflexivo de la evolución humana, debido a la disolución de la substancialidad humana de la mano de las filosofías de la sospecha, la superación de la subjetividad individual por la ontología fenomenológica y la fenomenología hermenéutica -Heidegger, Gadamer: movimiento de ida del yo a su fundamento mediante la transubjetividad, aún carente de movimiento de vuelta reencauzador-, y el consiguiente desbordamiento del ‘yo’ personal, que sin embargo permanece a pesar de todos los pesares: crisis de identidad y resquebrajamiento de la conciencia, yo ‘desubjetivado’ carente de norte y pautas de acción reflexiva.  

11 Abr

La rueda de los tiempos

En tierra de llantos y fangos
mellas en los dientes
montañas y barrancos
y demonios inteligentes

se arrastran unos muertos de hambre
y es que
llevan las manos
y es que
llevan las manos manchadas de sangre

Rayos por los infiernos

Se acerca el final de los tiempos
Termina su viaje la rueda
El alma dibuja su huella
con los últimos soplos de viento

En tierra de llantos y fangos
ojos incendiados
puercos de feos rasgos
y muñecos descarriados

pasa la vida
y se rebaña en la cuenca
y se rebaña
en la cuenca de una vieja guadaña

 

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10 Abr

El Acontecimiento transcendental

 Calladamente advino la epifanía del Inte‑rogante, con tenue titilo titilante a sobrenaveiga (a sobre‑na‑vi‑da) en su esencial desmayo.

Ahí‑era, cansada y polvorienta su tristonrisa. Jadeante.

—¿Adónde crees que vas? ¿Persigues por esencia y circunstancia tu SiEnte Venitivo? ¿De dónde vienes? ¿Acaso de una morada originaria? ¿De una edad sin historia? —preguntó el guardián de la Esencia Oculta.

—Vengo de todas partes y de ninguna —re‑puso el caminante, ahincando con templanza el báculo de su poder‑ser en su quebradiza y oscilante microscópica posición duramente conquistada a la montañosa extensión sinfín de nada—. Soy el gusano que agujerea la nada con el aguijón de su ser, tejiendo ensueños de pasajero resplandor. El nacido en la mecida del Brazo Inescrutable que, nadeando, sobre‑nada el anonadamiento. Camino mientras pueda. Vengo y voy, voy y vuelvo del pasado al futuro, del porvenir al pretérito veniente. Traveseando de continuo el imposible + inevitable presente —Suspiro. Crepitación milenaria—. Tu vista no alcanza a vislumbrar la cumbre más baja de esta cordillera que es la chepa de mi alma en siempre‑in‑estable posición. La travesía del desierto tocará a su fin. Mi destino es, creo, llegar allí de donde vine —Pausa. Súbito imperativo—. Aparta, capulloscuro.

Y en el silencio‑entre‑la-palabra, el Ser, rasgando en jirones con el filo de su aliento el elocuente velo de indefinición, clareó su Aquí, y lo roturó con el rodillo atento de su Posibilidad de posibilidades, renovando así de nuevo, de siempre, la preparación de el Acontecimiento, que adviene, que advino, que advendrá…

Apocalipsis III

 

 

03 Abr

El soñador

Llegará el momento y su lugar para la realización de cada sueño. Mas no todos se realizarán.

Unos porque no y otros porque no pueden realizarse. Estos últimos son los sueños de absoluto. Sueños que sólo pueden realizarse si el soñador es Dios, ens omnipotens.

En los sueños o ensoñaciones irrealizables la impotencia se hace consciente de sí misma y adviene el llanto: dolor y desconsuelo por este desgarramiento entre imaginación y realidad que deja entrever el fondo trágico de la existencia, latido trémulo, pálpito muriente, silencioso centro de gravedad de la vida -o más bien, del viviente que la vive.

No soy Dios, y por eso lo imposible no ocurre —no puede ocurrir.

Yo en el estudio

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24 Mar

Coplillas a Beti la morena

Basadas en hechos reales.

De la serie Coplillas de ciego

 

Querida Beti:

Te quiero dedicar un poema
pero, ay, tengo un problema:

Y es que no te conozco;
con lo cual, lo reconozco,
es difícil hacer de un poema
algo más que un pastel de crema.

Betty Boop morena

 

Podría recitarte, por ejemplo
–como se reza un domingo en el templo–,
un poema genérico, una especie de cromo,
algo así como:

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23 Mar

Comienzo de la novela en curso El llavero

Madrid, verano, finales del siglo XX.

Fue por aquella época que me creí Jesucristo.

No lo viví como un acontecimiento especial, al menos no dentro de la dinámica en la que me encontraba en esos tiempos. De hecho, ocurrió un día anodino de entre semana.

Tampoco ocurrió por ningún motivo especial. Mi vida no era precisamente la de un cristiano devoto. Llevaba más de una decena de años sin ir a misa; me emborrachaba, me drogaba y me masturbaba regularmente.

Y ni siquiera hacía buenas obras.

Yo enamorado

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23 Mar

Conjuro para decir mentiras y construir verdades

Fotografiando en la playa

Cuando cumplí seis años, a cambio de su amor,
mi madre me arrancó la terrible promesa
de no mentir jamás.

Así, igual que un soberano controla al pueblo al que gobierna,
ella me dio la libertad que al necio se le otorga:
actuarás dentro del margen que yo-mis leyes establecen.

No había escapatoria: su ministro de asuntos interiores
tenía su despacho montado en mi conciencia.

Yo la echaba de menos, por eso no traicioné su confianza;
fui fiel a mi promesa.

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