El rescatador
— Pií… Pií… — sonaban monótonos y rutinarios los pitidos del aparato, en estricta consonancia con los quebrados verticales que, al unísono con aquéllos, se dibujaban sobre la línea continua horizontal del monitor.
El aparato estaba conectado mediante electrodos a un anciano que yacía en una cama de hospital: un hombrecillo enjuto y desgarbado, al que por abreviar llamaremos Pi, en cuyas pupilas asomaba a ratos — pese a la enfermedad que lo consumía — un brillo pícaro, como de un niño que está cometiendo una travesura.
Junto a la cama, una anciana — a quien Pi llamaba, en este caso sin asomo de picardía ni desprecio, antes bien con orgullo y extremo cariño, “mi viejita ” — cubría con las suyas, y con cuidado para no despegar el electrodo, una de las manos de Pi.
En aquellos instantes, su viejita peroraba sobre un tal Bernardo Parrales. Este Parrales era un afamado columnista de renombre nacional.
Una reflexión sobre el tiempo

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL TIEMPO
Nuestro colaborador Ignacio Iglesias Labat nos traslada sus Aforismos de juventud, hoy, en La Charca Literaria:
http://lacharcaliteraria.com/una-reflexion-sobre-el-tiempo
Fdo.: Pere Montaner
Más mío en esta revista literaria online: Más mío en esta revista literaria online: http://lacharcaliteraria.com/author/ignacio-iglesias
Mi simpática langosta

Ay mi entrañable langosta…
No se trataba del crustáceo, sino del insecto.
Hará una decena de años, me encontraba solo en mi estudio trabajando a contrarreloj en sesión maratoniana. Era verano y tenía la ventana abierta. Lucía el sol.
De pronto, un bicho negro entró volando por la ventana. Al ser bastante voluminoso, y yo más bien aprensivo, me sobresalté. El bicho revoloteaba a intervalos por la estancia, y a intervalos desaparecía.
A Beti la morena
COPLILLAS PARA BETI
De la serie “Coplillas de ciego”
Querida Beti:
Te quiero dedicar un poema
pero, ay, tengo un problema:
Y es que no te conozco;
con lo cual, lo reconozco,
es difícil hacer de un poema
algo más que un pastel de crema.
Podría recitarte, por ejemplo
–como se reza un domingo en el templo–,
un poema genérico, una especie de cromo,
algo así como:
Érase una vez un pegote de barro
Érase una vez un pegote de barro que vivía en el fondo de un agujero
FOTOGRAFÍA DE IGNACIO IGLESIAS
Su única ocupación consistía en mirar, a través de la angosta abertura de su agujero, las nubes pasar…
Le fascinaba su contemplación: eran tan diferentes unas de otras, tan sorprendentes… y siempre tan divertidas…
El músico y el bandolero

El músico y el bandolero
Esta historia sucedió hace algún tiempo, en el único salón público de algún pequeño pueblo de América del Sur.
El que me la contó me aseguró que era cierta. Pero, la verdad, yo no podría jurarlo.
Se trataba de un salón amplio y muy elegante, pues las gentes del pueblo eran prósperas y acaudaladas.
El beso de la paz
El beso de la paz
Saltar al vacío
en los brazos afilados de la fe
con insensata esperanza
en el desnudo regazo
de una infinita caridad
al olvido, la venganza
el ruego y el mazo
la cobarde temeridad
a la medida de la balanza
la cruz del espinazo
entregada con severidad
Abrazar el momento
donde los extremos de la eternidad
por sobre el latido del tiempo
se dan el beso de la paz
Haikús otoñales
Haikús otoñales
Las amapolas
se marchitaron ayer.
Hoy es otoño.
Verdes cristales
se empañaron ayer.
Hoy es otoño.
Hojas caídas
removidas por el viento.
Hoy es otoño.
Tu siempre ausencia
retorna a mi presencia.
Hoy es otoño.
Ignacio Iglesias
Dedicado a M