Al mal tiempo buena cara
Una vez, caminaba con mi amigo Borja —carpintero, antaño un sabio, Jero lo conoce— por la Alameda de Segovia —un hermoso Paseo lleno de verdes árboles, supongo que álamos—. El día era nublado, pero el paseo me parecía tan bonito que, conmovido por la belleza que me circundaba, le comenté a mi amigo:
—Qué bonita es la Alameda, así con el día nublado… Seguramente, incluso más bonita que luciendo el sol…—. A lo que el amigo Borja replicó—:
—No te creas, Bicho… Cuando luce el sol, sus rayos caen entreverados por entre las ramas –y, sobre la marcha, me lo aclaraba con gestos y señales–, por aquí, por allá… y es un flipazo. Pero, ¿sabes cuándo mola que te cagas…? Cuando nieva… Porque, cuando nieva, Bicho, la nieve se acopla sobre las hojas de los árboles y… —Se interrumpió unos segundos—. Claro, que… Una vez, granizando, vine a correr por aquí y…
En ese momento se frenó en seco, tanto de paso como de palabra, como vislumbrando algo importante… Al cabo de unos segundos, su cara se relajó, y sus ojos se agrandaron en esa mirada sabia que yo ya conocía y tanto apreciaba…