Comienzo de la novela en curso El llavero
Madrid, verano, finales del siglo XX.
Fue por aquella época que me creí Jesucristo.
No lo viví como un acontecimiento especial, al menos no dentro de la dinámica en la que me encontraba en esos tiempos. De hecho, ocurrió un día anodino de entre semana.
Tampoco ocurrió por ningún motivo especial. Mi vida no era precisamente la de un cristiano devoto. Llevaba más de una decena de años sin ir a misa; me emborrachaba, me drogaba y me masturbaba regularmente.
Y ni siquiera hacía buenas obras.